“Lavando en el río estaba”
Romance que se cantaba en los cortijos cercanos al límite de Íllora con Moclín.
Cuenta la historia de una joven lavandera que, mordida por un perro rabioso, va muriendo lentamente a consecuencia de la rabia.
El romance relata cómo va despidiéndose de sus padres y su novio, con quien nunca se podrá casar.
“Con una sonrisa triste,
a su novio lo miró,
y mordiéndose los labios
de esta manera le habló:
Beliano, Beliano,
Beliano de mi alma,
ven acá y tú me atas
a los hierros de la cama”.
La temática de los romances de Íllora es la recurrente en los romances de otras comarcas: historias de amores imposibles que acaban en tragedia.
LETRA
Lavando en el río estaba
aquella joven doncella.
Siente que le muerde un perro
en la muñeca derecha.
Su madre que estaba allí,
le ha liado un vendaje
a aquella herida mortal,
poco tardó en curarse.
Su madre que estaba allí,
su madre le repetía,
¿Quieres que llame al doctor?
¡Pero si estoy curada!,
¡Pero si estoy curada de la herida, madre mía!.
Para salir de dudas,
llamaron al saludador.
Esta joven lo que tiene
es un poco de aprehensión.
Quiera Dios que así sea,
decía la pobre Joaquina,
pero llevo de soñarlo
ya seis noches seguidas.
Anoche soñaba yo
y también esta mañana,
que el perro había rabiado
y que yo también rabiaba.
Nadie se aproxime a mí,
no me puedo contener,
no siento más madre mía
que el tenerte que morder.
Con una sonrisa triste,
a su novio lo miró,
y mordiéndose los labios
de esta manera le habló:
Beliano, Beliano,
Beliano de mi alma,
ven acá y tu me atas
a los hierros de la cama.
Beliano, Beliano
decías que pa´ la feria
nos íbamos a casar.
Para feria, Beliano
debajo tierra voy a estar.
Beliano, Beliano,
tengo un sudor en mi frente
que ese sudor que me corre
será el sudor de la muerte.
Su novio que estaba allí,
su novio le repetía,
¿quieres que llame al doctor
y verás ponerte buena?
y verás ponerte buena,
paloma del alma mía.
Para salir de dudas
llamaron al saludador.
Esta joven lo que tiene
es un poco de “prisión”.
Ya ha venido el doctor,
ha mirado a la doncella.
Hay que darle una sangría
para que muy pronto muera.
Mire usted señor doctor,
por la virgen soberana,
tenga compasión de mí,
mire que soy una cristiana.
Ya la ha pinchado el doctor
en la muñeca derecha,
¡ay, qué pena!
¡ay, qué dolor!
Cayó al suelo la doncella.
Ya muero, padre querido;
ya muero, madre adorada.
Miró al cielo y dió un suspiro
y a Dios le entregó su alma.