Al pie del Tajo del Sol y cercana a una enorme piedra cubierta de hiedra, se encuentran los restos casi imperceptibles de una calera lejana al pueblo.

El material forestal ha cubierto parte de la estructura, ya que la calera está dentro de la zona de reforestación con pinos. Las rocas caídas desde el derrubio de la ladera y el haberla sepultado para evitar accidentes, ha hecho que hoy día este lugar no se encuentre en condiciones de visitar o reconocer.

La calera en su tiempo debió ser alimentada con madera de encina y quejigo, árbol este último escaso en la actualidad en la zona pero que aún conserva algunos ejemplares de gran tamaño en las cercanías. Las encinas, más duras que los quejigos, vuelven tímidamente a crear poco a poco una zona forestal que circunda los pinares e incluso medra entre ellos.

La rapidez de desmantelación de los restos de una cantera hace suponer que muchas de las caleras existentes en fincas particulares también se eliminaron. Las canteras de cal se han ido rellenando sobre todo en los últimos treinta años con la proliferación de tecnología pesada.