Las largas jornadas de trabajo y la necesidad de tener unos mínimos enseres (la comida del día, un lugar donde resguardarse de un chaparrón o sestear a salvo del sol), obligan por necesidad a construir en la propia finca unos rudimentarios habitáculos formados por chozas circulares de piedra con bóveda.
La conectabilidad con nuestro pasado troglodita es apreciable en este tipo de construcción tosca pero resistente, barata y ecológica. No se disponen de muchos datos sobre su número o fecha de construcción, salvo el trabajo personal del historiador local D. Manuel Argüelles Márquez en su “Inventario de las Chozas y Refugios rupestres de Íllora”. En él se mencionan cerca de 40 de estas edificaciones en mejor o peor estado. Muchas de ellas han desaparecido, bien demolidas, sepultadas o simplemente derruidas por las inclemencias meteorológicas.
El campo de Íllora, por encontrarse en una zona montana y con numerosas zonas dolomíticas y de rocas, dispone de restos urbanos de diferentes épocas realizadas con piedra. Este tipo de recurso aún se utiliza como rellenos o fachadas. Sin embargo, la accesibilidad a materiales más livianos deja postergada a la piedra.
En este trabajo se revisarán los datos de D. Manuel Argüelles y se actualizará junto con el resto del patrimonio etnográfico útil.