A veces pasamos por alto cuestiones básicas de nuestra cultura, de nuestro día a día. Cuestiones que nos unen a la historia de la agricultura. Por ejemplo, cuando comemos nuestro pan.
Se estima que fue en la Anatolia de Turquía donde hace unos 8.000 años se inició la agricultura. Anteriormente los humanos eran recolectores–cazadores, incluso como han demostrado hace poco un equipo de antropólogos españoles, la especie humana hizo pan de granos silvestres hace más de 10.000 años. Todo el proceso de expansión agrícola se realizó rápidamente y de manera simultánea. Se piensa que fue igualmente hace 8.000 años donde agricultores nómadas de Oriente Medio introdujeron semillas de cereales y leguminosas en la Península Ibérica y que esa fue la semilla de la agricultura.
Curiosamente, el sistema de producir grano se repite en varias zonas geográficas mundiales durante varios miles de años.
Se puede decir que el trillo es uno de los sistemas de producción alimentaria más amplio y largamente utilizado (en la década de los 50 del pasado siglo, la localidad segoviana de Cantalejos fabricaba aún más de 30.000 trillos que producían sus 400 talleres). La forma de realización de estos trillos se ha mantenido en el tiempo durante miles de años (con pequeñas modificaciones y diferentes materiales según el lugar geográfico y la materia prima para su realización). Consistían básicamente en una plancha de madera pulida y unidas entre sí con unas medidas que rondan los dos metros de largo por uno de ancho. Llevan estas trillas insertadas piedras afiladas, que pueden ser lascas de pizarra, cuarcitas, sílex, obsidiana, cantos rodados, etc.
Las trillas eran arrastradas por bueyes, mulas, caballos o asnos de manera circular en un espacio empedrado y llano dispuesto para ese fin. Este lugar eran las eras, situadas en espacios donde las corrientes de aire disponían de viento muchas horas al año. Las había vecinales y privadas, unas con mayor tamaño que otras; otras que según su emplazamiento realizaban un trabajo más productivo. Algunas de estas eras disponían de dos eras circulares unidas, una para el grano y otra para el picón.
El suelo de las eras consistía en un empedrado que tradicionalmente utilizaba el canto rodado, aunque cualquier material pétreo podría servir a falta de los cantos.
Se tiene constancia de este tipo de lugares de trabajo en la península en emplazamientos con más de 5.000 años, como atestigua (Gibaja et al, 2012) en los yacimientos de la localidad vallisoletana de “El Casetón de las Eras”.
Las eras en la actualidad han perdido la función para que fueran concebidas. La mayoría acaban siendo olvidadas y enterradas por el tiempo y la maleza. En algunas zonas su diseño las hace resistentes, e incluso 50 años después de su abandono siguen intactas. Otras se usan como miradores en las Alpujarras Granadinas, otras de aparcamientos en casas rurales, o de terraza para eventos.
Algunos lugares celebran actos festivos donde se revive la trilla (en Íllora suele ocurrir en los últimos años con las eras “Del Ruedo y de la Cima”, donde coincidiendo con algunos eventos se pretende revivir y mostrar labores agrarias antiguas).
No existe un catálogo municipal de eras. Éstas tenían carácter vecinal o particular en fincas de cierta entidad. Con una orientación al sur y aprovechando el viento del Poniente, todavía quedan muchas eras en condiciones de crear un catálogo y estudiar cuáles pueden ser interesantes para darles un uso pedagógico y una señalización precisa.