Existen aún diseminados por los campos del municipio restos de antiguas caleras. Estas construcciones llevan con nosotros mucho tiempo. Los primeros indicios humanos de la utilización de la cal datan de morteros y cimientos construidos en Turquía hace 14.000 años. Incluso anteriormente, hace 16.000 años, se utilizaron pigmentos de cal en la fabricación y acondicionamiento de los frescos de las cuevas de Lascaux, en Francia.
Este material se ha utilizado para mortero, en la construcción, para preparar los frescos de las fachadas que después se pintarían con bellas obras, para blanquear, fabricación de papel, enmiendas agrícolas o para desinfectar agua y alimentos. También en la eliminación de humedad de locales, incluso en medicina para tratar diarreas y vómitos.
La abundancia de piedra caliza en la zona durante cientos de años ha moldeado el paisaje, una vez más, gracias a la intervención humana. De las rocas calizas, tras su posterior calcinación en hornos circulares, se obtenía y aún se sigue obteniendo, el óxido de calcio. Para ello, este mineral tiene que transformarse mediante grandes temperaturas (1.000º) durante tres días. Tras la combustión el resultado es la cal viva, un producto corrosivo que mediante agua se apaga y se convierte en cal.
Uno de los grandes inconvenientes en la fabricación de cal, al igual que en otros sectores mineros, es que para su fabricación se necesitaban enormes cantidades de combustible que solía ser madera y restos de maleza. Esto ha hecho que muchas zonas de toda la península Ibérica hayan sido desmontadas a lo largo de los siglos.
La recuperación, por tanto, de la biomasa de los montes se ha visto beneficiada por el abandono de los sistemas tradicionales para obtener este producto. Es más, muchos de los tradicionales pozos de cal estaban ubicados en espacios forestales que en muchos casos se han recuperado y hoy día albergan buenas manchas de monte mediterráneo, caso por ejemplo de El Moral.
Estas construcciones cilíndricas, con mampostería en disposición de cilindros huecos de unos 3 ó 4 metros de diámetro interno donde se dispone hileras de roca caliza, tras una calcinación con leña a unos 850 0 ó 900º durante dos días y tres noches dan como producto el hidróxido de calcio o cal viva, que ha de ser apagada con agua para la producción de cal. Así, la fabricación implica dos procesos químicos: la calcinación y la hidratación.
El material resultante (cal viva) de la calcinación de piedra caliza, tras picarlar, se llevaba en sacos con carros o bestias a almacenes o bien era vendida por comerciantes ambulantes.
La mayor parte de pozos conservados de cal de Íllora se encuentran en el paraje conocido como “El Moral”, transformado hoy día en una finca cinegética.
De la varias docenas de caleras del municipio quedan escasos restos debido al desmantelamiento o a quedar sepultadas por maleza y tierra.